TÓPO · David Trashumante
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Cuando
un sonido se inmola; la amnesia entra en combustión, la nada
se muestra protegida por paredes y muros, encontramos entre
caries un fonema, y cuando un artículo vive y deambula sin cartílagos,
las palabras se exhiben vaciadas de carne, y la noche
satura de negro al pensamiento, cuando ello ocurre, es que hemos entrado a
recorrer y deambular por el Tópo de David Trashumante. En él, las
imágenes estallan en múltiples páginas, y nosotros con ellas. Ello hace que
tengamos que ponernos de pie de nuevo, una y otra vez, para continuar el
recorrido. Un recorrido que no es rectilíneo, sino que se mueve en todas
direcciones y está plagado de cruces en los que no hay indicación alguna. El
poema que encontramos en el Tópo es un cantar de gesta que a veces nos
conduce hacia adelante, en otras nos desvía a derecha o izquierda, y a veces
incluso nos invita a volver hacia atrás para volver a ver, con otros ojos, lo
que creíamos haber visto con claridad. Así lo observo: como un recorrido plural
y entrecortado; como si las palabras necesitaran vaciarse a cada paso, para
volverse a llenar de nuevo. Se trata aquí de cortes irregulares, más cercanos a
la experiencia de vida; y es que en ésta, si la regularidad se combina con la
irregularidad, ésta última es la que predomina, a fin de impulsarnos al
movimiento. Así ocurre con las imágenes del Tópo: que se mueven, y lo
hacen en dirección a lo desconocido; a ese desconocido que, sin duda,
constituye la esencia de toda poesía.
Bartolomé Ferrando
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